viernes, 3 de enero de 2014

El Peligro de Subir al Cielo, El Aprendizaje de Bajar al Infierno

Caminamos por la vida, o al menos lo intentamos, lo más alegres y sonrientes que podemos, nos ponemos una máscara antes de salir de casa y nos adentramos en el juego de la vida. Queremos aparentar felicidad, conseguir nuestras metas, algunos desean ser populares, otros ganar dinero, otros incluso ser el centro de todo y entonces vamos subiendo peldaño a peldaño por la escalera imaginaria hacia el cielo. Otros quieren ser los más buenos, los más humildes (no hay nada menos humilde que querer ser humilde) atraer a los demás con bellas palabras como si fueran ángeles, como si les fueran a salir dos alas blancas con las que salir volando hacia el cielo sin la necesidad de usar la escalera que han de utilizar el resto de los mortales para alcanzar ese cielo soñado, esa meta, esa finalidad.
Entonces vas subiendo y subiendo y con cada metro que recorres abandonas por el camino una parte de ti, te vas vaciando poco a poco y te vas llenando con la luz que ves al final del túnel, esa luz que representa tu mayor ilusión y cuando por fin la alcanzas te das cuenta de que has llegado totalmente vacío y tú ya no eres tú porque te has desprendido de tu yo. Pero piensas "¿Qué más da? He llegado a la luz, he alcanzado mi ilusión.” Pero. . . ¿Y si esa ilusión está vacía? ¿Y si realmente tú no querías eso?
Recorres la luz con tus ojos y te fijas en que hay otras personas buscando lo mismo que tú, todas iguales, todas con los mismos pensamientos, las mismas expresiones, como si los hubieran programado para buscar eso. Pero todos están vacíos, han perdido su yo y dudan de si eso es bueno o malo. Entonces una voz grita alegremente "¡Enhorabuena, os habéis desprendido de vuestro ego!" Y tú piensas "¿Me he desprendido de mi ego, o de las cosas que hay dentro de mí que me hacen especial, que componen mi personalidad, que me diferencian de los demás? Te percatas del "peligro de subir al cielo" "¿No estoy preparado para esto?"
Es entonces cuando caes al infierno, al tuyo propio, donde te sientes desnudo y vacío. "¿Dónde están mis cualidades?, ¿Dónde está mi yo?, ¿Qué deseaba realmente? ¿Alcanzar una luz vacía y ya está? Me dijeron que allí habría paz, calma dicha, felicidad absoluta, pero yo solo encontré vacío. ¿Por qué?
-"Porque no bajaste a tu infierno"-Responde una voz.
Y ahora te encuentras en un pozo oscuro, aunque de vez en cuando vislumbres una luz en lo más alto de él para recordarte que allí hay una salida. ¿Y qué se hace en ese pozo? Conocer la parte más oscura de nuestro ser, nuestra sombra. En ella están nuestros miedos, odios, envidias, rencores, hábitos dañinos, pesadillas, ansiedades, maldades, tristezas y un largo etc. Y allí gritas, lloras y te desesperas sin darte cuenta de que esa prisión te va limpiando por dentro, expulsando todo el mal acumulado durante años de una manera dolorosa pero que más tarde resultará gratificante. 
Un día descubres que ya no estás en el pozo si no en la tierra, en el punto de partida. Te observas y sientes que ya no eres el mismo, te sientes ligero, sin miedo, sin tristeza. Ya no estás vacío, algo has aprendido allí abajo, te has conocido a ti mismo, has podido mirar a tu alma a los ojos y te has sentido grande, como si te hubieran sido dados todos los secretos del sentido de la vida. Es cuando caes en la cuenta de lo que anhela tu verdadero ser y piensas. . . "El cielo puede esperar".


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