sábado, 28 de marzo de 2015

El vacío del Alma



¿Sabes ese momento en el que dejas de creer en todo? ¿En el que ya no confías ni en ti ni en los que te rodean? Ese momento en el que solo deseas permanecer en la oscuridad, en un eterno letargo donde no sientes ni hambre, ni sed, ni calor ni frío. Un lugar donde tu alma hiberna, donde permanece quieta, dando la espalda al resto de la humanidad, porque piensa que esta no tiene nada que darle más que disgustos y cosas perecederas, sin sentido alguno. Cosas que brillan en los dedos de las mujeres, que lucen en los pies de los hombres, que les transportan a grandes velocidades…

A veces me pregunto cómo es la vida de un ciego, sin codiciar nada de lo que ve. Quizás codicien lo que tocan, pero el sentido del tacto se me antoja demasiado íntimo y profundo como para codiciar algo a través suyo.  Hay gente que no codicia lo material  y van más allá, deseando poder, creerse por encima de los demás, atraer la atención de los que los rodean con palabras interesantes, fingiendo ser unos entendidos en la materia, y no son más que unos falsos gurús de lo que sea.

Cuando la conciencia abre los ojos a la realidad y se da cuenta de que todo esto no es más que un burdo teatro, te sientes realmente triste porque piensas, ¿cuál es mi objetivo entonces en esta vida? Acumular dinero no tiene sentido si vas a morir, tener cientos de vestidos tampoco, ser la persona más popular de tu círculo es inútil, siempre vendrá alguien mejor que tú. Y así nos pasamos la vida, acumulando y compitiendo.

Puedes pensar entonces, “Bueno, entonces estoy decidido a hacer como objetivo en esta vida el ayudar al prójimo”. Y no hace falta irse a otro país para hacer esto, lo puedes practicar simplemente en el día a día.

Los hay que opinen que esto no les va a dar de comer. Cierto, las obras altruistas no dan de comer, pero alimentan el alma de algún modo para darte cuenta de que estás aquí por algo, aunque sea para cederle el asiento en el metro a una mujer embarazada y dar ejemplo al resto de personas que se han hecho los locos mirando sus libros o haciéndose los dormidos mientras escuchan música.

Cuando todo te parece superfluo y sin sentido es muy difícil encontrar una motivación. Por norma general habrá gente que diga, “No sé, ahorra y cómprate algo que realmente desees”. Pero ¿Si nada material puede llenar ese vacío? ¿Quizás sea una persona lo que lo pueda llenar? No… Es un cambio en la conciencia, está claro, pero cuando el resto de las personas que te rodean no vibran al mismo ritmo que tú es más difícil encontrar la respuesta a cómo llenar ese vacío.

Un truco puede ser pasar un par de días absolutamente solo, sintiendo hacia dónde fluyen tus pensamientos, qué es lo que quiere realmente tu ser, y si no estás a gusto en la situación actual, ya tienes un objetivo a corto plazo, cambiar esa situación. Y si lo ves como algo muy difícil de modificar, mejor todavía, te mantendrá ocupado, te hará sentir muchas cosas, tanto buenas como malas, pues los cambios siempre son duros, pero sobre todo aprenderás una lección, y las lecciones permanecerán contigo para siempre, es algo que no puedes tocar, que no has comprado, pero será mucho más útil que comprarte esa cosa que siempre has deseado y que dentro de cuatro días probablemente no le hagas ni caso.

Así que, si sientes un gran vacío en tu vida, seguramente será porque necesitas cambiar algo que a primera vista no sabes qué puede ser pero está ahí. De modo que comienza por conocerte a ti mismo, permanece en silencio todos los días unos minutos y cédele a tu alma la palabra para que te cuente qué es lo que le pasa, qué es lo que no funciona. Quizás así, encuentres tu camino.

 https://mantenlosimpleblog.files.wordpress.com/2014/04/alma-vacia-mantenlosimple.jpg

jueves, 26 de marzo de 2015

Al salir de la madriguera

He estado muchos años en una madriguera, creedme, demasiados para un alma tan joven. Entré siendo todavía una niña y salí siendo una adulta. Y todo ese tiempo que pasé en la oscuridad hizo que mis ojos se volvieran ciegos, mi boca muda, mis oídos sordos y mi alma lloraba por dentro.
De vez en cuando una mano se asomaba por la entrada de la madriguera y me hacía un gesto para que saliera, pero yo tenía miedo, pues no sabía exactamente lo que podía encontrar ahí fuera.
En la cueva tenía luz, muebles, una tele, cientos de juegos para entretenerme y mi viejo ordenador donde escribía mis historias y me ayudaba a evadirme y huir de mi propia cueva.
También había un ser que me traía regalos, en ocasiones era dulce conmigo y me decía que lo daría todo por mí, pero nunca me dejaba salir de la cueva. Más bien se pasaba el día diciéndome lo terrible que era el mundo exterior y todos los peligros que en él había. Así que, temerosa, siempre decidía quedarme en la cueva protectora.
Los años fueron pasando y no hacía más que escuchar la diversión que fuera de la cueva se sucedía. Todo eran risas, fiestas entre amigos, veranos de diversión a la orilla del mar, pero yo seguía allí, acompañada por el ser que me mesaba los cabellos y me decía que todo estaba bien como estaba.
Un día, mi alma cayó enferma, y sentí como mi corazón se empezaba a ralentizar. La sonrisa ya no acudía a mis labios, todo lo material me parecía superfluo, y las carantoñas del ser que me acompañaba se me antojaban como auténticos golpes o arañazos.
Mis pulmones se quedaban sin aire con facilidad, sintiendo un ahogo como nunca lo había sentido antes. Esa congoja hacía que menguara por momentos y me preguntara qué demonios hacía yo ahí dentro.
Una mañana, una mano se asomó a la madriguera e hizo una seña para que saliera. Yo me limité a negar con la cabeza, pues el ser estaba dormido y temía despertarlo, pero la mano insistió. Al final me acerqué a ella y me dijo, "Ven conmigo". Sin embargo, cuando le di la mano para que me sacara de allí, no me puede mover ni un ápice. Por alguna extraña circunstancia, mi cuerpo se había vuelto pesado y perezoso y se negaba a salir de allí.
-No es tu cuerpo lo que pesa.-dijo la voz-Son tus miedos que te impiden moverte, pero no te preocupes, iré a buscar ayuda.
Esperé en la oscuridad, temerosa de que el ser despertara y me descubriera en plena huida, pero la ayuda llegó a tiempo. Cientos de manos se asomaron por la puerta de la madriguera y tiraron de mí con todas sus fuerzas. Hubo incluso algunas que me agarraron de los cabellos y yo gritaba de dolor mientras me decían:
-¡No te quejes tanto, la libertad requiere sacrificios!
Cuando al fin estuve fuera de la madriguera no podía ver nada. El sol brillaba tan fuerte que me cegaba y no podía distinguir los rostros de mis salvadores. Tampoco hizo falta verlos, pues todos se acercaron a mí y me abrazaron con todas sus fuerzas, dándome a entender, que no estaba sola, que no había nada que temer, y que la vida fuera de la madriguera era mucho más hermosa y real.
Para cerciorarse de que no me viese tentada a regresar a ese oscuro lugar, mis salvadores cubrieron la entrada de la madriguera con una enorme roca sin importar lo que le sucediera al ser que allí habitaba.
-¿Qué será de él?-pregunté apenada.
-¿No te das cuenta? Él no existe, son tus miedos los que te han retenido a ahí dentro. Deja que se queden donde están. 
Y dándome de la mano, me sacaron de allí para no volver nunca más.

Por Amrit Nam Kaur