El Tao no toma partido;
da nacimiento tanto al bien como al mal.
El Maestro no toma partido;
da la bienvenida tanto a santos como a pecadores.
El Tao es como un fuelle:
está vacío y, sin embargo, es infinitamente capaz.
Cuanto más lo usas, más produce;
cuanto más hablas de él, menos lo comprendes.
Mantente en el centro.
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