1. Consagrar todos los trabajos, como una ofrenda a lo divino en el mundo y en nosotros. Después de iniciar esta actitud de mente y corazón, el reto será permanecer sinceros y tenaces en nuestros esfuerzos.
2. Renunciar al apego al fruto de nuestro trabajo. El único fruto deseable es la presencia divina, la conciencia y el poder dentro de nosotros. Cuando se logra esto, todo lo demás llega por añadidura. Esta es la transformación de la voluntad del ego, el-alma deseo y la-naturaleza deseo. El segundo paso fluye a partir del primero de forma natural.
3. Trascender el egoísmo central, la sensación de ser el trabajador o el hacedor. Esto es algo que fluirá a partir de los dos primeros pasos. A medida que se ve claramente el sentido del ego, uno conoce la verdadera naturaleza propia, descansando como parte de lo divino, y concentrándose en el poder divino, o Shakti, surge la renuncia de modo natural.
4. Abandonar la propiedad de todas las posesiones materiales.
Cuando el Ser se revela dentro de nosotros, empezamos a sentir nuestra paz y serenidad. Aumenta nuestra plenitud de calma, armonía desapego y Ser difundido. Los sentidos se acaban, el ego se disuelve en la existencia impersonal y el trabajo cesa de ser nuestro o de apurarnos y preocuparnos. La naturaleza y sus gunas continúan trabajando, pero nuestra tranquilidad auto existente no se ve afectada, todo se ofrece a ese Brahmán unido, universal. “Una vez libre él/ella sólo tiene que continuar trabajando en la esfera que el destino y las circunstancias le ha asignado, hasta que llegue la gran hora en la que él/ella, por fin pueda desaparecer en el infinito”.
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